El Compliance es el accionar proactivo de la Integridad en todas las actividades humanas.
En este sentido, cabe el paralelo con los conceptos del politólogo noruego Johan Galtung sobre “paz negativa” y “paz positiva” entre Estados, donde la primera refiere a una condición de no guerra; pero la segunda representa la persistente actitud que empatiza entre las partes y explora nuevos vínculos para afianzar la paz de largo plazo. La relación de países como Ecuador-Perú es de paz negativa, mientras que la de Estados Unidos-Canadá lo es de paz positiva.
La “Integridad Pasiva” es propia de quienes son honestos, lo cual sin duda es un valor en sí mismo; pero “calibran” sus acciones adaptándose al contexto sin intentar constituirse en un agente de cambio cultural. La “Integridad Activa” es el COMPLIANCE con mayúsculas, es el que la región Latinoamericana necesita, es el compromiso, el despliegue de acciones concretas de largo plazo, es la “paz positiva” de Johan Galtung.
Por otra parte, una economía del bienestar es la que pone en primer lugar a las personas y al planeta. Se trata de modelos de negocio que resuelven problemas sociales y/o ambientales, además de generar riqueza y valor agregado económico para quienes las implementan. Argentina ya dispone de dos “hubs” (nodos) en Mendoza y Buenos Aires que pertenecen a la “Wellbeing Economy Alliance” (Alianza de Economía del Bienestar).
Hecha esta introducción, vemos con claridad que la esencia del movimiento B así como la construcción y adhesión a estas Economías de triple impacto (económico, social y ambiental) positivo son las plataformas ideales para ejercer la Integridad Activa, COMPLIANCE.
Como ingeniero, en la década del 70 fui formado en el culto a las máquinas de alto rendimiento. Era “obvio” el “beneficio” al reemplazar los antiguos molinos de viento usados para extraer agua del subsuelo por modernas bombas impulsadas por motores eléctricos (preferentemente asincrónicos trifásicos). No estaba en la ecuación el análisis del perjuicio por la mayor huella de carbono desde la perspectiva ambiental y menos aún la magnitud del impacto social sobre las generaciones de técnicos e idóneos en la instalación y reparación al reemplazar estas nobles máquinas. Los economistas en esos años se ceñían como en un mantra predicando la “maximización de la rentabilidad al menor costo posible”. La variable de ajuste fue el perjuicio al ambiente y en muchas oportunidades acompañado por el severo costo social.
La Colapsologia, discurso pluridisciplinario que estudia el colapso de la civilización industrial ya cuenta con indicadores concretos: los límites planetarios. Este concepto, creado en el 2009 por el Centro de Resiliencia de Estocolmo (Stockholm Resilience Center) identificó los 9 parámetros necesarios para mantener la capacidad regenerativa de la Tierra y garantizar la vida para futuras generaciones.
El pasado mes de septiembre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires realizó el segundo encuentro E3i Triple Impacto organizado por la Dirección General Micro, Pequeñas y Medianas Empresas. Sin duda, el encuentro fue exitoso y consiguió la promoción del networking entre empresas, funcionarios de gobierno y profesionales. Estas nuevas economías (Regenerativa, de la Dona, del Bien Común y Circular) tuvieron como catalizador la intervención de la burocracia gubernamental en el mejor de los sentidos. Sabemos que hay burocracias obstructivas y otras facilitadoras, así como hay colesterol “malo” y del “bueno”. Esta vez, el Estado ejerció ese rol facilitador, de acercamiento de las partes concertando paneles con perspectivas muy diversas (académicos, activistas, empresarios, funcionarios, etc.).
La Integridad Activa, COMPLIANCE, está presente por default cuando se pone la vida en el centro de la escena; pero aun no acompaña con sus herramientas en la gestión de estas valientes organizaciones que sin duda son verdaderas islas de coherencia.
Por convicción o por obligación ya estamos transitando una etapa posindustrial y quizás no sea el transporte del futuro el caballo como lo vaticina el colapsólogo Yves Cochet. No obstante es urgente el ajuste cultural para abordar la transición hacia las ingenierías y economías sostenibles. La Integridad Activa, o sea el COMPLIANCE con mayúsculas, no puede estar ausente cuando de transformaciones culturales se trata y más aún cuando se conforman nuevas organizaciones que sin la acostumbrada estridencia de las corporativas pueden ser las salvadoras de nuestro planeta y servir como mitigadoras de la creciente conflictividad social.
Comentarios recientes