¿Cómo nos comportamos individualmente? ¿Accionamos una vez que nos encontramos frente a la necesidad de resolver problemas o intentamos prevenirlos?
Se dice, con razón, que aprendemos de los errores. Seguramente, después de haber sorteado una serie de problemas no previstos, reflexionamos y tratamos de prepararnos para que no nos sorprendan nuevamente. En algunos casos, logramos adoptar medidas de prevención y hacemos esfuerzos para sostenerlas, aún cuando la probabilidad de ocurrencia sea baja. Sin dudas, sabernos protegidos, nos da confianza para desarrollarnos en entornos seguros y poder volcar nuestra energía hacia actividades de nuestro interés.
Pensémoslo ahora, en relación a las organizaciones que lideramos, o a las empresas que gestionamos. Las actividades, sea cual fuere su naturaleza, están expuestas a diferentes riesgos. Algunos inherentes a las actividades en cuestión, otros, menos evidentes pero también posibles.
Los riesgos pueden ser operativos, económico-financieros, estratégicos, de imagen, tecnológicos, de seguridad o corrupción. Los riesgos no atendidos pueden traer consecuencias no deseadas que se interponen en el logro de los objetivos de una organización, con mayor o menor impacto negativo.
Retomemos la pregunta inicial. En tu organización, ¿resuelven los problemas cuando ocurren o adoptan medidas para evitar que factores internos y externos puedan afectar seriamente las operaciones, la imagen reputacional y los compromisos asumidos?
Así planteado, resulta claro que analizar cuáles son los riesgos de la organización, ponderarlos en base a su probabilidad e impacto y gestionarlos para prevenirlos o mitigarlos es un procedimiento que no puede eludir quien apuesta al éxito de los proyectos y la sostenibilidad de la empresa u organización.
La gestión de riesgos se define como el proceso continuo de identificación, evaluación, manejo y control de acontecimientos o situaciones potenciales, con el fin de proporcionar un aseguramiento razonable respecto del alcance de los objetivos de la organización.
Es en su esencia, una estrategia proactiva que aporta valor y confianza a la organización en la medida que mejora las condiciones para el logro de metas, contribuye a la toma de decisiones y garantiza el uso eficiente de sus recursos.
No dejes que las urgencias impidan gestionar los riesgos, esta puede ser la diferencia que asegure el éxito de los propósitos.
Comentarios recientes