Finalmente el VAR desembarcó en estas latitudes. Es probable que si se realizara un referéndum acerca de su implantación tendríamos un empate técnico, con más asistencia a las urnas que si se tratara de una elección presidencial.
¿Por qué sucede esto? Los dilemas siempre desafían, incomodan, nos sacan del área de confort, nos interpelan, nos impulsan a la búsqueda de justificaciones que avalen nuestra mejor opción.
El fútbol, ¿debería contener grandes dosis de “viveza criolla” o de estricto profesionalismo?
De prevalecer la viveza criolla nos acercamos a una partida de truco donde la esencia del juego es el engaño, la mentira y se festeja el ganar sin tener con qué. La trampa, la “picardía”, el “puenteo” de pasos imprescindibles, etc., son en muchos casos nuestra “escuela de valores”.
Al VAR le acontece lo mismo que al prevencionista en nuestra sociedad. Quien, por ejemplo, insiste en cumplir estrictamente las normas de prevención de incendio, nunca recibirá el reconocimiento social frente a aquel que intervino con arrojo combatiendo un incendio evitable si se hubieran acatado las exigencias normativas que invocaba el prevencionista. Esta figura es de algún modo aburrida, es racional, propone las buenas prácticas nacidas de la experiencia de especialistas en la materia, sin embargo, lo trascendente es que evita o mitiga la tragedia.
Análogamente, el VAR evita o mitiga la injusticia de adjudicar triunfos a quien no los merece porque alguno o algunos hicieron trampa; jugaron “al truco” en lugar de jugar al fútbol.
A nivel urbano, las autoridades utilizan el indicador de número de cámaras por m2 para destacar el progreso en la seguridad. Y las cámaras del VAR, con sus asistentes observadores, también aportan un paliativo para evitar o mitigar la injusticia. Sin duda, no debería ser la vigilancia tecnológica la que corrija la falta de integridad de algunos ciudadanos. De allí el eslogan “la seguridad la hacemos entre todos”. Y trasladado al VAR, éste no sería necesario si cada jugador fuera el referí de sus propias acciones, aplicando las reglas perfectamente conocidas por ellos mismos.
El VAR es un instrumento posible para el crecimiento ético dentro del campo de juego; al menos hasta que la cultura del cumplimiento estricto de las normas sea la verdadera regla del deporte y la conducta del autoreconocimiento del error sea lo habitual.
Hoy en nuestro país el VAR es un aliado del Compliance. Son los Programas de Integridad que promueve el Compliance, los que a modo de puentes de oro cristalizan los valores de integridad y transparencia que tanto requieren el fútbol y nuestra sociedad para sanar las grietas.
Comentarios recientes