El Día Mundial de la Salud nos invita a reflexionar sobre un aspecto negativo global que afecta al sector: la corrupción. 

La corrupción aparece en diversas dimensiones: infraestructura, medicamentos, prótesis, equipamiento, prestaciones médicas, etc. y genera severas consecuencias al ocasionar restricciones al acceso a la salud, en particular a los grupos sociales vulnerables.

El “primer mundo” hace tiempo advirtió la problemática. Allí existen organizaciones dedicadas a la investigación y prevención como:

  • NationalHealthCare Anti-FraudAssociation (NHCAA) fundada en el año 1985, www.nhcaa.org
  • Canadian HealthCare Anti-FraudAssociation (CHCAA) fundada en el año 2000, www.chcaa.org.
  • European Anti-Fraud and Corruption Network (EHFCN) fundada en el año 2005, www.ehfcn.org.

Lamentablemente, en nuestra región no se desplegó ninguna iniciativa similar que tenga por objetivo abordar la urgente tarea de proponer soluciones sistémicas a la corrupción que rodea el accionar profesional afectando obras, infraestructura y provisión de equipos, entre otros aspectos, lo cual afecta directamente la calidad de la atención médica y la seguridad del paciente.

Detengámonos un instante a analizar el contexto de un fraude. Convergen en él 3 dimensiones: la motivación, la oportunidad y la racionalización. 

Suelen vincularse a la motivación, la presión familiar, los esfuerzos para mantener el estilo de vida no factible por medios lícitos, etc. La racionalización se justifica en la impunidad, ya que en general, se eluden o alteran los registros documentales, también se justifica minimizando los montos del desvío en relación a los totales de la operación y además la creencia de que “si no lo hago yo, lo hará otro” en la misma cadena de transacción. Por último, la oportunidad está omnipresente cuando se ejerce alguna posición de responsabilidad, hay complejidad en las transacciones y existen márgenes de discrecionalidad. 

Una manera de comprender el fenómeno es por medio de la siguiente ecuación: C (Corrupción) = M (Motivación) + D (Discrecionalidad) – T (Transparencia).

Es decir que se impone fortalecer el elemento T para tener alguna oportunidad en la lucha contra la corrupción.

Son múltiples los caminos que conducen a la integridad institucional en las organizaciones de salud, podemos nombrar: acreditaciones nacionales o extranjeras; certificaciones de proceso, social, ambiental, anti soborno, etc.; Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas ODS 2030 y la Ley 27.401 de Responsabilidad Penal de las Personas Jurídicas.

La función de cumplimiento -el Compliance– se erige como una herramienta que estimula no solamente el cumplir las normas vigentes, sino también aquellas buenas prácticas de adhesión voluntaria que harán crecer el prestigio de la organización y sobre todo prevenir el daño reputacional. Se constituye entonces, en el vehículo ideal para coordinar la lucha anticorrupción mediante la implementación de programas de integridad, códigos de conducta y canales de denuncia que garanticen el anonimato y la protección del denunciante.

La corrupción en el sector salud mata, es hora de actuar, hoy, aquí y ahora.